Uribe, el delincuente que llevó el narco-paramilitarismo a la Presidencia de Colombia
 
					Por Javier Sáenz Munilla*
Vociferante y chulito, no era extraño ver a todo un Presidente tildando de terrorista, con nombres y apellidos, a quienes le enfrentaban públicamente. Decenas de periodistas, sindicalistas, defensores de los derechos humanos, abogados fueron desaparecidos o asesinados por sicarios del narco-paramilitarismo, tras ser señalados ellos o sus gremios por el dedo de Uribe…
Una juez de Bogotá dictó sentencia de culpabilidad, por primera vez en la historia, a un expresidente de Colombia. Álvaro Uribe Vélez, 73 años, es culpable de fraude procesal y soborno de testigos. La sentencia, que va a ser recurrida por sus defensores, debe ser o no confirmada por el Tribunal Superior de Bogotá antes de octubre, cuando prescriben los delitos. El proceso se inició en febrero, pero la causa se abrió hace ya 13 años. Uribe fue presidente de Colombia entre 2002 y 2010, una etapa atroz, aunque muchos colombianos le dieron su apoyo porque “pacificó” el país…a sangre y fuego.
Uribe fue el único gobernante de Sudamérica que apoyó la invasión de Iraq. Por lo demás, la Colombia de Uribe fue la Colombia de casi siempre, la “Patria del Sagrado Corazón”, como gustan decir tantos colombianos con esta frase, digamos, castiza. La Colombia del 60-70 por ciento de la población pobre, de las masacres, los asesinatos selectivos, los magnicidios, los desplazamientos masivos, las bombas, el narcotráfico, los paramilitares, los terratenientes y sus tierras arrebatadas, los gremios…Y las guerrillas de origen campesino, de los que se echaron al monte para salvar el pellejo, allá por los 50 y pico, ante las matanzas de conservadores contra liberales. Toda una urdimbre entrelazada que llevó a algunos a decir que, en Colombia, sólo había dos proyectos viables: el paramilitar y el guerrillero. Uribe hizo todo cuanto pudo por el triunfo del proyecto paramilitar, el que siempre apoyaron el ejército, la policía, los gremios de la industria y, evidente y principalmente, terratenientes y ganaderos.
Delincuente, desde la cuna
Al papá de Uribe, un terrateniente antioqueño, lo mataron las FARC. Ya entonces se decía por Medellín que en sus fincas había negocios sucios. Como quiera que fuera, Alvarito comenzó en política muy ligado a los narcos del Cartel de Medellín. Como autoridad al frente de Aviación Civil, autorizó pistas de aterrizaje y despegue a un tal Pablo Escobar. Y desde la Gobernación de Antioquia (Capital Medellín), fomentó y aprobó la constitución de las llamadas Cooperativas Convivir, milicias armadas de civiles para luchar contra las guerrillas; o sea, legalizó el paramilitarismo, las viejas autodefensas, en su departamento. ¿Es extraño pues que su campaña a la Presidencia fuera apoyada, no sólo económicamente, por el llamado Proyecto Paramilitar? Como reconocería años después el asesino convicto y confeso Salvatore Mancuso, uno de los máximos dirigentes de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) Uribe no hubiera ganado las elecciones sin sus apoyos.
Así es que, una vez en la Presidencia, Álvaro Uribe llevó al Gobierno a personajes tan poderosos y siniestros como Fernando Londoño Hoyos, especialmente interesado en el `negocio’ de la guerra y otras vainas. Lo sustituyó un tal Sabas Pretelt de la Vega, representante de Fenalco (Federación Nacional de Comerciantes) poderosa organización que en Antioquia ha sido vinculada al negocio de la cocaína. Y en Defensa Alberto Uribe Echavarría, magnate de las finanzas y también asociado al dinero sucio. Después iría a ese ministerio Juan Manuel Santos, apellido de la oligarquía bogotana y vencedor sobre las FARC en medio de la guerra sucia, premiado con el Nobel de la Paz, por sus acuerdos con esa guerrilla. Acuerdos que con tanto empeño Uribe y sus amigos trataron de dinamitar y finalmente consiguieron reformar a la baja tras un referéndum.
Uribe no fue el primer presidente, ni mucho menos en pretender implantar en Colombia un régimen de poder absoluto, pero sí el que superó a todos sus predecesores. Y para ello contó con el apoyo de todos los sectores, narcos, paracos, oligarcas, militares que apostaron desde siempre por ese proyecto paramilitar.
El terrorismo de Estado como arma de guerra
Desde su entrada en el Palacio de Nariño el 15 de agosto de 2002, comenzó una ofensiva militar continua, con operativos de guerra sin límites ante la presencia cercana de la población civil y con exigencia de resultados a la tropa, que llegó a molestar a parte de la oficialidad, por los métodos. En septiembre de 2006, el diario El Tiempo publicó cómo en Viotá, departamento de Cundinamarca, el capitán Édgar Mauricio Arbeláez, al que se le exigía un “positivo”, es decir un alzado en armas muerto, se puso en contacto con el jefe paramilitar de la zona para vestir de camuflados a dos indigentes, les pusieron unas armas y los eliminaron, para presentarlos como caídos en combate. En esta ocasión los presentaron como paramilitares muertos y les pusieron un brazalete de las AUC. En ese tiempo Uribe vendía la historia de que combatía a todas las organizaciones criminales. Después se generalizaría el asunto y cerca de 7.000 desgraciados fueron asesinados, los llamados “falsos positivos” y presentados como guerrilleros muertos en combate.
Uribe señala, los paras ejecutan
Vociferante y chulito, no era extraño ver a todo un Presidente tildando de terrorista, con nombres y apellidos, a quienes le enfrentaban públicamente. Decenas de periodistas, sindicalistas, defensores de los derechos humanos, abogados fueron desaparecidos o asesinados por sicarios del narco-paramilitarismo, tras ser señalados ellos o sus gremios por el dedo de Uribe.
Junto al terrorismo de Estado, los gobiernos de Uribe implementaron políticas destinadas a convertir en puros negocios los derechos a la salud, la educación, la vivienda. Ante la prioridad de la guerra, se cierran hospitales y se abren batallones. Bajo su mandato, el 46 por ciento de los colombianos se quedaron sin el derecho al acceso a los servicios básicos de salud. Fueron cercenados los derechos laborales y se inició un proceso de privatización solapada en forma de cooperativas del sistema educativo. Durante su mandato, tres millones de niños entre los 5 y los 17 años quedaron fuera de la escuela.
El caso de la salud es muy ilustrativo. Uribe llegó a poner el negocio de la salud en manos de los paramilitares. Según un informe publicado en El Tiempo en 2004, “el régimen subsidiado de salud mueve cada año 2,5 billones de pesos, de los cuales se roban entre el 30 y el 40 ciento”. El mismo diario bogotano publicó por aquel entonces que 24 de las 50 Ars por (Administradoras del Régimen Subsidiado de salud) existentes estaban manejadas por Rodrigo Tovar Pulpo, alias ‘Jorge Cuarenta’, segundo al mando del Bloque Norte de la AUC, responsable de asesinatos y secuestros durante 12 años que, en el actual sistema de justicia ligada al proceso de paz reconoció unos 600 crímenes, aunque aseguró que participó, por órdenes superiores en unos 3.500.
Paramilitares, al Congreso
El salto político lo dieron los paramilitares en las legislativas de marzo de 2002, apenas dos meses antes de la victoria de Uribe en las presidenciales. Según el propio Salvatore Mancuso, eligieron al 35 por ciento de los miembros del Congreso. Fueron el 35 o un número menor, los paramilitares y los terratenientes y narcotraficantes que estaban detrás, apostaron y contribuyeron al triunfo de Uribe. La senadora Piedad Córdoba, ya fallecida, aseguró que en el diálogo de Sante Fé de Ralito, donde se celebró el comienzo de un falso proceso de paz y entrega de las armas de los paracos, fue “un compromiso de campaña electoral entre el presidente de la República y quienes lo acompañaron y eligieron…y lo que realmente acordaron, que fue que no serían extraditados y se podrían quedar con las tierras que les arrebataron a millones de campesinos en el país”.
Bajo el mandato de Uribe, a Salvatore Mancuso se le permitió entrar al Congreso, dirigirse a los senadores y representantes en sesión plenaria, donde fue aclamado y aplaudido. Allí fue donde se largó lo de que el 35 por ciento de los allí presentes los pusieron ellos, los paracos. Tremenda ignominia quedó en los anales de la Presidencia de Álvaro Uribe Vélez, quien finalmente traicionó a sus mentores, que sí fueron extraditados por exigencia de Washington. Luego regresaron y se acogieron al Proceso de paz de Santos, con las consiguientes rebajas de penas.
Fueron incontables los crímenes de Estado que se cometieron bajo Uribe. Más de 30.000 cadáveres fueron hallados en multitud de fosas comunes, incluso hornos crematorios montados por sus secuaces, paras o militares a lo largo y ancho de Colombia. No pudo continuar porque la constitución sólo permite dos mandatos, pero tras los de su Ministro de Defensa Juan Manuel Santos, llegó el peón de Uribe, Duque, otro ultraderechista que hizo cuanto pudo por seguir su senda e incumplir los acuerdos de paz de La Habana, especialmente en lo que afecta a los intereses de terratenientes y otros oligarcas.
Así es que la sentencia de este caso en el que ha sido condenado Uribe, no es sino la punta del Iceberg de los procesos que le aguardan, por ser lo que fue, el presidente paramilitar de Colombia, el terrorista de estado. No hay duda de que esta primera sentencia, que ya veremos si es confirmada, ha podido emitirse bajo el primer gobierno no oligárquico, fuera del Proyecto Paramilitar en Colombia. Por eso, quizás, aunque no sólo, Uribe y sus huestes no han cejado, ni cejarán, en boicotear las reformas y fomentar la caída del Presidente Gustavo Petro.
Nota: Buena parte de los datos y descripciones de este artículo han sido sacados del excelente libro La pequeña Política de Uribe. Rafael Ballén. Ediciones Desde abajo y Ediciones Le Monde Diplomatique. Colombia.
Colombia en LoQueSomos
* Periodista especializado en Latinoamérica. Miembro del Colectivo editorial de LoQueSomos. @pepitorias
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