Eric Hobsbawm: un pensador clave en la historia del siglo XX

Eric Hobsbawm: un pensador clave en la historia del siglo XX

Por Daniel Alberto Chiarenza

1 de octubre de 2012, muere el historiador marxista….

Falleció, casi centenario, en Londres, Inglaterra. Un “pensador clave de la historia del siglo XX”: Eric John Ernest Hobsbawm (un error administrativo del Registro de las Personas alteró su apellido paterno, que era Hobsbaum). Fue uno de los historiadores más influyentes del «corto» siglo XX, tal como él mismo lo definiera. Hobsbawm sostenía que el siglo pasado, el más sangriento en la historia de la humanidad, había comenzado –tardíamente- en 1914 con la Primera Guerra Mundial para terminar –tempranamente- en 1989 con la caída del Muro de Berlín.

Nacido el 9 de junio de 1917 en el seno de una familia judía de Alejandría (Egipto), aunque vivió su niñez y parte de la adolescencia en Viena, Austria, y Berlín, Alemania). Sus padres fueron Leopold Percy Hobsbaum y Nelly Grün; si bien –como se dijo- eran judíos, se los podía considerar «enteramente no practicantes» en lo religioso –muy cercanos al agnosticismo-, no así en lo cultural y social. Aunque vivieron en países de habla alemana, sus padres continuaron hablándole a él y a su hermana Nancy en inglés. Su padre murió en 1929 y, algo después, su madre, por lo cual él y Nancy fueron adoptados por su tía materna Gretl Grün y por su tío paterno Sydney Hobsbaum, que acabarían casándose y teniendo un hijo llamado Peter Hobsbaum. En 1933, la familia se traslada a vivir, nuevamente, a Londres, capital británica.

Eric fue educado en el Prinz-Heinrich-Gymnasium de Berlín, en el St Marylebone Grammar School (actualmente desaparecido) y en el King’s College, Cambridge, donde se doctoró y participó en la Sociedad Fabiana. Este nucleamiento político y social fue fundado el 4 de enero de 1884 en Londres; es un movimiento socialista británico cuyo propósito es avanzar en la aplicación de los principios del socialismo mediante reformas graduales. Es también conocida por formar los cimientos de lo que más tarde sería el Partido Laborista Británico.

Luego, formó parte de una sociedad secreta de la élite intelectual llamada los Apóstoles de Cambridge –debido a sus doce miembros originales-, los que también fueron conocidos como la “Sociedad de Conversación” (en realidad una traducción más amigable hubiera sido la “Sociedad de la discusión”), la que configuraba una sociedad intelectual socializada e integrada que, ya contaba con larga data, pues había sido fundada el 1 de abril de 1820 por George Tomlinson, un estudiante de la Universidad de Cambridge que se transformó en el primer obispo de Gibraltar. La sociedad se siguió reuniendo por 150 años.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), sirvió en el cuerpo de Ingenieros y la Royal Army Educational Corps. Se casó en dos ocasiones, primero con Muriel Seaman en 1943 (de quien se divorció en 1951) y luego con Marlene Schwarz. Con esta última tuvo dos hijos, Julia Hobsbawm y Andy Hobsbawm, y un hijo llamado Joshua de una relación anterior.

Se unió al Socialist Schoolboys, en 1931. Este grupo se referencia en los que participan en las denominadas Escuelas Dominicales Socialistas (Socialist Sunday Schools), instituciones educativas para niños y jóvenes creadas hacia fines del siglo XIX y principios del XX para enseñar los principios del socialismo, a menudo como alternativa o complemento a las escuelas dominicales cristianas.

Después, hizo su afiliación al Partido Comunista en 1936. Fue miembro del Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña de 1946 a 1956. Alcanzó la mayor fama popular al fin de su vida, con una Historia Universal (pero sobre todo europea) en cuatro tomos, que abarcó los enteros siglos XIX y XX. En todos ellos, las democracias liberales son escarnecidas, y el socialismo exaltado.

En 1947 fue profesor emérito de historia social y económica de Birkbeck College, en la Universidad de Londres. Además, fue profesor visitante en Stanford en la década de los ’60. En 1978, ingresó y formó parte de la prestigiosa Academia Británica. De la misma se retiró en 1982, pero continuó como profesor visitante durante algunos meses del año, en The New School for Social Research en Manhattan hasta 1997. Profesor emérito del departamento de ciencias políticas en la institución nombrada con anterioridad hasta su deceso.

Los cuatro tomos a que aludíamos anteriormente son: La era de la revolución, 1789-1848 (editado en 1969); La era del capital, 1848-1875 (editado en 1975); La era del imperio, 1875-1914 (editado en 1987) e Historia del siglo XX (editado 1994) se reúnen para conformar la más accesible, renovadora y apasionante historia universal contemporánea. A los tres primeros tomos de su historia se los conoce como “la trilogía de las tres edades”, a la cual –como se vio- se agrega en 1994 The Age of Extremes, la que fue publicada en español como Historia del siglo XX. Luego llegó a escribir Guerra y paz en el siglo XXI.

En la “Vista panorámica del siglo XX” que hace a modo de prefacio Eric Hobsbawm en la “Historia del siglo XX”, nos anticipa: “Pero Marx y todos aquellos que profetizaron la desintegración de los viejos valores y relaciones sociales estaban en lo cierto. El capitalismo era una fuerza revolucionaria permanente y continua.

Lógicamente, acabaría por desintegrar incluso aquellos aspectos del pasado precapitalista que le ha resultado conveniente – e incluso esencial- conservar para su desarrollo. Terminaría por derribar al menos uno de los fundamentos en los que se sustentaba. Y eso es lo que está ocurriendo desde mediados del siglo [XX]. Bajo los efectos de la extraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y en los años posteriores, con los consiguientes cambios sociales y culturales, la revolución más profunda ocurrida en la sociedad desde la Edad de Piedra, esos cimientos han comenzado a resquebrajarse. En las postrimerías de esta centuria [fines siglo XX] ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cómo puede ser un mundo en el que el pasado ha perdido su función, incluido el pasado por el presente, en el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos, individual y colectivamente, por el trayecto de la vida ya no reproducen el paisaje en el que nos desplazamos y el océano por el que navegamos. Un mundo en el que no sólo no sabemos adónde nos dirigimos, sino tampoco adónde deberíamos dirigirnos” Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX. Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 1998.

Los desengaños del «realismo realmente existente», como se llamó al comunismo de la Unión Soviética y sus países satélites, nunca fueron escamoteados por el gran historiador británico. Pero tampoco alcanzaron para desilusionarlo: los tanques soviéticos entraron a sangre y fuego en Hungría en 1956, lo que no bastó para que Hobsbawm decidiera la desafiliación, por lo menos del PC inglés, lo que lo diferencia de sus colegas historiadores. Lo que volvió a suceder en Checoslovaquia en 1968, pero el Partido Comunista siempre lo contó entre sus más fieles afiliados. Aunque no hay que confundir, porque Hobsbawm siempre tuvo una independencia de criterio con respecto al marxismo ortodoxo de la Unión Soviética, sino que él practicaba lo que filosóficamente podemos llamar el marxismo revisionista europeo, en el cual se reservaba una inteligente y analítica autonomía interpretativa.

Se educó en Viena y en Berlín, en momentos en que Adolf Hitler llegaba al poder en Alemania. Exiliado en Gran Bretaña, su educación y formación no fue la misma que la de otros famosos historiadores ingleses de izquierda, como Christopher Hill, E.P. Thompson y Raymond Williams. Entre todos ellos hay sin embargo un rasgo común: la atención prestada a la Revolución Industrial y al surgimiento del capitalismo y del imperialismo como ejes de la historia en el siglo XIX y en los que siguieron. En todos ellos hay también admiración y entusiasmo por la clase obrera, en el plano político y aun en el estético.

No se puede ignorar que trabajó con la publicación Marxism Today durante la década del ’80 y colaboró con la modernización del Partido Laborista que orientaba Neil Kinnock.

Nos faltaría repasar en forma de homenaje póstumo sus distinciones y premios: Honorary Fellow del King’s College (Cambridge, UK), 1973; Fellow de la British Academy, 1978; Deutscher Memorial Prize, 1995; Premio Lionel Gelber (Universidad de Toronto), 1995; Wolfson History Prize, 1996; Orden de los Compañeros de Honor (Commonwealth), 1998; Premio Literario de Leipzig para la Comprensión Europea (primer premio), 1999; Doctorado honoris causa por la Universidad de la República (Uruguay), 1999; Premio Ernst Bloch, 2000); Premio Balzan, 2003; Fellow de la Royal Society of Literatura, 2006 ; Ciudadano honorario de Viena, 2008; Doctorado honoris causa por la Universidad Carolina de Praga, 2008; Doctorado honoris causa por la Universidad de Gerona, 2008; Premio de Historia de Bochum (Universidad del Ruhr, Alemania), 2008.

A los admiradores de Hobsbawm, que en la Argentina y América Latina son legión, les queda, ahora que ha terminado su vida, leer o releer el relato autobiográfico Años interesantes, cuyo título alude con ironía a una maldición china: «¡Ojalá te toque vivir tiempos interesantes!» Ricos en peripecias crueles y sangrientas, los que vivió Hobsbawm lo fueron.

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