Ramón García Sanz, un luchador antifascista asesinado en un crimen de estado

Por Iñaki Alrui*
Siempre fueron luchadores por la libertad, jamás fueron terroristas
El Gobierno ha entregado esta mañana, 16 de octubre, una declaración de reconocimiento y reparación al abogado, Gerardo Viada, defensor en el Consejo de Guerra de septiembre de 1975 del luchador antifascista Ramón García Sanz, ejecutado, a la edad de 27 años, por un pelotón de fusilamiento compuesto por policía armada, todos voluntarios, en la mañana de 27 de septiembre de 1975, en el campo de tiro militar de Hoyo de Manzanares, Madrid. Ramón fue condenado a muerte en un Consejo de Guerra plagado de irregularidades y en el que la sentencia estaba decidida de antemano, 17 de septiembre, en el acuartelamiento de El Goloso.
Cincuenta años después de aquel crimen de estado, ha llegado está rectificación mediante una declaración de reconocimiento y reparación, una figura contenida en la Ley de Memoria Democrática aprobada en 2022 a la que tienen derecho las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura. En ella se reconoce que lo fueron y se oficializa que las condenas que pesaron sobre ellas no tienen validez debido a que la propia ley anula todas ellas “por vicios de forma y fondo”.
La declaración dice así:
EL GOBIERNO DE ESPAÑA
Y EN SU NOMBRE EL MINISTRO DE POLÍTICA TERRITORIAL Y MEMORIA DEMOCRATICA expide en favor
de DON RAMÓN GARCÍA SANZ
El presente documento de reparación por la persecución y violencia padecidas por razones políticas, ideológicas y de conciencia durante la dictadura y en reconocimiento a su condición de víctima por haber sido vulneradas las más elementales exigencias de derecho a un juicio justo, así como la concurrencia de intimidación e indefensión en su proceso, según establece la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, que reconoce y declara la ilegitimidad del Consejo de Guerra que lo juzgó, y declara ilegítima y nula, por vicios de forma y fondo, la condena y resolución que dictó y tuvo consecuencia su fusilamiento por el régimen franquista.
En Madrid
EL MINISTRO DE POLÍTICA TERRITORIAL Y MEMORIA DEMOCRÁTICA
Ángel Víctor Torres Pérez
Junto a Ramón García Sanz fueron fusilados también, en el mismo campo de Hoyo de Manzanares sus compañeros Xosé Humberto Baena Alonso y José Luis Sánchez-Bravo Solla, los tres miembros del FRAP, comprometidos en la lucha contra la dictadura. Ese mismo día también serian fusilados dos luchadores antifranquistas vascos, Jon Paredes Manot ‘Txiki’ y Ángel Otaegi.
Semblanza de luchador antifranquista
“Terminar con el Franquismo”
Ramón García Sanz (Barcelona, 1948 – Hoyo de Manzanares, Madrid, 1975) 27 años, soldador. Activista antifranquista, militante del PCE (m-l) y del FRAP. Huérfano que cuidaba de su hermano. Condenado a muerte y ejecutado por fusilamiento, por un piquete de voluntarios de la Policía Armada.
Ramón fue un hombre entregado a la lucha contra el fascismo, y que pagó con su vida por ello. Una de las últimas víctimas del franquismo. Ramón García Sanz, sin familia salvo un hermano enfermo, pasó su última noche la pasó solo en una de las celdas bajas de Carabanchel, esperando que amaneciera para que se lo llevaran a Hoyo de Manzanares. Terminaría su vida en ese lugar, satisfecho de haber podido participar de forma activa con el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, según declararía en la noche de “capilla”. Orgulloso de no quedar en el anonimato.
Ramón conoció por casualidad al camarada José Luis Sánchez-Bravo, “Hidalgo”, en el restaurante La Milagrosa, de la calle Hernani de Madrid, una zona en la que había pequeños talleres; en uno de ellos trabajaba Ramón. La Milagrosa era un bar de barrio al que acudían los obreros de la zona a comer el menú del día. Se conocieron, hablaron y Ramón se comprometió con la causa.
Su militancia desde el primer día es de total entrega a la organización y a su camarada Hidalgo, tanto que la última noche de su vida pidió a la hermana de Sánchez-Bravo, Vicky, si podía enterrarle con él ya que no tenía familia e Hidalgo era para él todo un referente de ética y lucha. Vicky Sánchez-Bravo, entonces una joven de 22 años, no pudo cumplir su último deseo, no porque no quisiera, sino porque no se lo permitieron, ni siquiera la Guardia Civil permitió colocar en su tumba una lápida en la que estaba escrito “RGS, fusilado el 27 de septiembre de 1975”. También dejó encargado a sus abogados, Juan Aguirre y Gerardo Viada, que sus pertenencias llegaran a su hermano Santiago. La tumba de García Sanz quedó en el cementerio municipal de Hoyo de Manzanares; años más tarde, con Enrique Tierno Galvan como alcalde, fue trasladada al Cementerio Civil de Madrid.
“Recuerdo que estaba completamente convencido de que le iban a ejecutar, no tenía ninguna duda; el consejo era al día siguiente, conocía la ley que habían sacado y de qué manera se había hecho; sabía que se le consideraba autor material del asesinato de un Guardia Civil en Madrid”.
Gerardo Viada, abogado defensor.
El hermano de Ramón, Santiago, era paralítico y estaba hospitalizado. Los dos se criaron en un orfelinato en Zaragoza. En la capital aragonesa, García Sanz estuvo durante un tiempo trabajando como cerrajero.
En febrero de 1976, cinco meses después del fusilamiento de Ramón, Gerardo Viada recibió una carta de Santiago, fechada desde el Hospital Provincial de Zaragoza. Una carta sincera en la que pedía saber de su hermano y de sus pertenencias. Viada se dirigió al juzgado que instruyó el caso del Gobierno militar y reclamó los efectos personales de Ramón: ropa, una maleta que no tenía nada, un magnetófono y 4.000 pesetas. Este dinero se lo quedaron en el juzgado para pagar los costes del juicio y para responsabilidad civil de la familia del guardia civil abatido, acción de la que, sin ninguna prueba, habían hecho responsable a Ramón García Sanz.
García Sanz era una persona muy idealista, que creía profundamente en la revolución. Estaba convencido que un cambio en el régimen dictatorial de Franco -“terminar con el Franquismo”, como él mismo decía- sólo era posible a través de la lucha armada, de la autodefensa popular.
“Ramón, lo único que pensaba es que en la calle había grandes movilizaciones de solidaridad y que su muerte iba a ser fructífera a efectos de la revolución”, contaba su abogado Gerardo Viada.
La última noche la acompañado de un funcionario de prisiones que años más tarde contó la experiencia y de la familia de José Luis Sánchez-Bravo. Vicky esa joven de 22 años, hermana de Sánchez-Bravo, compartió en esa noche varios momentos con él y con Humberto Baena. Las horas de espera las dedicó a escribir a sus compañeros y camaradas del FRAP y del Partido Comunista de España (marxista-leninista). Esas cartas nunca llegaron a su destino, censuradas por la dirección de la cárcel. Ramón García Sanz se mantuvo firme, sereno y llegó a cantar canciones revolucionarias junto a sus compañeros.
Cerca de las ocho de la mañana del 27 de septiembre, salieron de la prisión de Carabanchel tres coches celulares. En uno se encontraba Xosé Humberto Baena; en el segundo José Luis Sánchez-Bravo, y en un tercero Ramón García Sanz. Los rodeaban 17 jeeps y autocares de la Policía Armada, la Guardia Civil y el Ejército. A unos 30 kilómetros de Carabanchel, en el campo de tiro militar de Matalagraja, en Hoyo de Manzanares, el convoy se detuvo en un lugar conocido como El Palancar, donde esperaban los pelotones fusilamineto para las ejecuciones.
* La semblanza de Ramón García Sanz es un extracto del libro:«27 de septiembre 1975 / los últimos fusilamientos de la dictadura franquista», de la Plataforma abierta “AL ALBA”.
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