Los combustibles fósiles en la COP30: sagrados, profanos y desaparecidos

Los combustibles fósiles en la COP30: sagrados, profanos y desaparecidos

Por Binoy Kampmark*

Si demasiados cocineros echan a perder el caldo, entonces las notas finales de la 30ª Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas (COP30) celebrada en Belém, Brasil, estaban destinadas a ser torpes, débiles y desordenadas. Eso es lo que se obtiene de una reunión de más de 56.000 participantes, en su mayoría subvencionados, deseosos de dejar su huella en la posteridad. Si obviamos el hecho de que es posible que algunos de los promotores de la conferencia tuvieran buenas intenciones, el acuerdo final siempre iba a ser significativo por lo que omitiera. También fue relevante porque Estados Unidos, un país en el que el lema «Make America Great Again» ha roto prácticamente con las nociones del cambio climático, no tuvo papel oficial alguno en la misma.

Durante tres décadas, estos eventos han llamado la atención sobre el cambio climático con el pretexto de abordarlo. Durante tres décadas, los titubeos, las vacilaciones y las manipulaciones se han convertido en características habituales, lo que ha hecho que el objeto mismo de la condena, los combustibles fósiles, sea a la vez sagrado y profano. El mensaje es que la humanidad debe prescindir de ellos para no dejar que el planeta Tierra se cocine; el mensaje, igualmente, es que no puede hacerlo. «La COP30 será la “COP de la verdad”», declaró de forma extravagante el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva, en la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en septiembre, condenándola inmediatamente a convertirse en una trivialidad cómica. Lo sagrado y lo profano —los combustibles fósiles— seguirían siendo fuertes al final del espectáculo.

Las fábricas que utilizan combustibles fósiles contribuyen al cambio climático. © IFRC/Vladimir Filonov

Al principio había cierta esperanza de que los Estados miembros asistentes pudieran hacer algo diferente. La coalición de 83 países liderada por Colombia («mutirão» o esfuerzo conjunto) ejerció una presión inicial a fin de abandonar el uso de combustibles fósiles y trazar una hoja de ruta para descarbonizar la economía mundial.

Luego vino una amenaza poco convincente por parte de un grupo de 29 países en una carta dirigida a la presidencia brasileña de la COP en la que afirmaban que cualquier acuerdo que no incluyera el compromiso de eliminar gradualmente los combustibles fósiles iba a ser bloqueado. «No podemos apoyar un resultado que no incluya una hoja de ruta para implementar una transición justa, ordenada y equitativa que nos aleje de los combustibles fósiles», subrayaron los autores, entre los que se encontraban países como Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Palau, el Reino Unido y Vanuatu. «Esta expectativa es compartida por la gran mayoría de las Partes, así como por la ciencia y por las personas que siguen de cerca nuestro trabajo». No obstante, esa amenaza cayó en el olvido.

El acuerdo final de la COP 30, con el ambicioso título «Mutirão global: Unir a la humanidad en una movilización global contra el cambio climático», resultó algo muy tibio. Hubo los habituales reconocimientos trillados: la importancia de abordar el cambio climático (¡sí, para eso estaban allí!); la necesidad de conservar, proteger y restaurar la naturaleza y los ecosistemas mediante la reversión de la deforestación (¡maravilloso!); la dimensión de los derechos humanos (¡derechos a la salud, a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible!); la importancia de la equidad y el principio de responsabilidades comunes, aunque diferenciadas, específicas de los Estados (¡muy loables sentimientos!), conocido como el mecanismo de transición justa.

Sin embargo, lo más llamativo es que el acuerdo final no hace mención alguna a los combustibles fósiles (que tuvieron una aparición singular en la COP28), lo que equivale a debatir sobre una pandemia devastadora sin mencionar nunca el virus que la provoca. Como señaló con acidez Jasper Inventor, director adjunto de programas de Greenpeace Internacional: «La COP30 no ha cumplido con las expectativas en lo que respecta a las 3F: combustibles fósiles, finanzas y bosques (forests)». En lo que sólo puede considerarse una observación nacida de la derrota y la desesperación, el secretario de Cambio Climático de la ONU, Simon Stiell, ofreció su resumen: «Muchos países querían avanzar más rápidamente en materia de combustibles fósiles, finanzas y respuesta a los desastres climáticos. Entiendo esa frustración, que comparto. Pero no ignoremos lo mucho que ha avanzado esta COP». En tal ámbito de la diplomacia, el avance es terriblemente relativo.

Se mantuvo una insistencia en la voluntariedad, algo al parecer de moda, y el presidente de la COP30, André Corrêa de Lago, anunció una «hoja de ruta» voluntaria para abandonar los combustibles fósiles. Oficialmente, no se podía mencionar lo sagrado y lo profano; extraoficialmente, otros países y la sociedad civil podían hacer lo que les diera la gana a la hora de abordar los retos del cambio climático. Con ese fin, el proceso se llevaría a cabo al margen de los procesos formales de la ONU y se fusionaría con la «coalición de voluntarios» dirigida por Colombia. De lo contrario, tal y como estipulaba el acuerdo, las Partes «pondrían en marcha el Acelerador de la Implementación Global» para «mantener el objetivo de 1,5 °C al alcance», otro término impreciso concebido por el comité.

Colombia y los Países Bajos se dieron prisa en anunciar que coorganizarían la Primera Conferencia Internacional sobre la Transición Justa para Abandonar los Combustibles Fósiles. «Se tratará», explicó Irene Vélez Torres, ministra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, «de una amplia plataforma intergubernamental y multisectorial complementaria a la CMNUCC [Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático], diseñada para identificar las vías legales, económicas y sociales necesarias para la eliminación gradual de los combustibles fósiles».

Por muy admirable que esto pueda parecer, entre muchos de los miembros de la comunidad científica reinaba una profunda resignación. Aunque la COP30 podría haberse considerado una reunión sobre «la verdad y la puesta en marcha de una serie de medidas»; la verdad, acusó Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, era que mantener al alcance el objetivo de 1,5°C implicaba «reducir la curva global de emisiones en 2026 para después reducir las emisiones en al menos un 5% anual». Y todo ello, además, sin mencionar en absoluto la puesta en marcha de medidas.

– Foto de portada de Ben Wicks.
* Nota original: Fossil Fuels at COP30: Sacred, Profane and Unmentioned.
Binoy Kampmark fue becario de la Commonwealth en el Selwyn College de Cambridge. En la actualidad imparte clases en la Universidad RMIT de Melbourne. Correo electrónico: bkampmark@gmail.com
– Traducido por Sinfo Fernández para Voces del Mundo’

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