Sudán: La caída de el-Fasher o cómo exceder el exceso
Por Guadi Calvo*
Tras un año y medio de resistencia, las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) abandonaron la ciudad de el-Fasher, la capital de Darfur del Norte, en el oeste del país. El pasado domingo veintiséis, según comunicó el general Abdel Fattah al-Burhan, comandante en jefe de las FAS y nominalmente presidente de Sudán, sus hombres iniciaron el repliegue.
Según al-Burhan, la retirada se decidió para evitar la destrucción de la ciudad, que desde hace dieciocho años no solo soporta el asedio de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), sino los constantes ataques de artillería pesada y los drones, provistos ilegalmente por los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el principal aliado de las fuerzas paramilitares. Recientes investigaciones, a partir de la toma de Jartum por parte del ejército sudanés en abril pasado, donde se encontraron salas enteras del palacio presidencial, multitudes de embalajes de armamento provisto por el Emirato, muchos de ellos de fabricación británica. (Ver: Sudán, la batalla de Jartum).

Días antes de la caída ya habían abandonado la ciudad unas veintiséis mil personas, que escapaban de una muerte segura a manos de los milicianos de las FAR. Otras tres mil lo hicieron el domingo junto a las tropas de las FAS. Según imágenes y declaraciones de los que consiguieron escapar, la matanza de civiles habría comenzado no bien los paramilitares entraron a el-Fasher.
En un discurso televisado, al-Burhan dijo haber autorizado la retirada después de haber acordado con líderes locales para evitar mayores matanzas y destrucción. Poco se sabe acerca de lo que está sucediendo en el interior de El Fasher, aunque ya corren versiones de las previsibles matanzas y violaciones masivas que se iban a producir apenas cayera. El general explicó que se trata de una “etapa de las operaciones militares que se nos impusieron”; aseguramos que saldrían victoriosos. Al-Burhan, en su última presentación pública, amenazó a los paramilitares con ser extremadamente duro a la hora de recuperar la ciudad, de constatarse excesos contra la población civil que permaneció en la capital de Darfur del Norte.
⇒ Ver: Sudán, el-Fasher, otro nombre para la sinrazón ⇐
Nada nuevo en la dinámica de esta guerra y mucho más en toda la región de Darfur, donde desde el mismo comienzo se han registrado asesinatos masivos, que no son más que un nuevo intento de limpieza étnica contra la población de origen no árabe (fur, masalit y zaghawa). Como ya sucedió en el genocidio de 2003-2005, en que los famosos Janjaweed (jinetes armados), antecesores de las actuales FAR, pertenecientes a la etnia rizeigat de origen árabe, entonces aliados del régimen del general Omar al Bashir, asesinaron a cerca de medio millón de darfuríes negros.

Los paramilitares dirigidos por Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemetti, un antiguo criador de camellos y en la actualidad quizás el hombre más rico de Sudán gracias a la explotación y tráfico ilegal de oro, han negado las acusaciones de estar perpetrando un nuevo genocidio. Aunque los miles de cuerpos encontrados en fosas comunes secretas, con rastros de torturas, y las denuncias de sobrevivientes donde contaban cómo los paramilitares entraban a saco a poblaciones negras y ejecutaban de manera sumaria, no solo a hombres, sino también a mujeres, niños y ancianos, parecen desmentirlos.
Tal como ya ha sucedido en varias oportunidades, como en el caso de la toma de la ciudad de Geneina, la capital de Darfur Occidental, en noviembre de 2023. Tras varios meses de combates entre las FAR y grupos de autodefensa no árabes, fueron ejecutados unos quince mil civiles.
Se estima que el ejército ha perdido un tercio del territorio total del país, lo que incrementa la posibilidad de que el país se enfrente a una partición. Lo que acelerará la caída de el-Fasher, la última posesión de las FAS en Darfur, sea quizás el punto final para la guerra en la región, un área aproximada al tamaño de España, dividida en cinco provincias (Norte, Sur, Este, Oeste y Centro) que los paramilitares han ido ganando, poco a poco, y que, a partir de la ocupación total, venga la posibilidad de intentar declararse independiente de Jartum, constituirse como un país y resistir hasta alcanzar este objetivo. Nombrando a la ciudad de Nyala, hasta ahora la capital de Darfur del Sur, como capital del “nuevo país”. Lo que ya habían anunciado unas semanas atrás.

Aunque la urgencia respecto a este punto debe centrarse para Naciones Unidas, y los países involucrados en el conflicto por cercanía o influencia (Chad, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Estados Unidos, China y Rusia) deberían extremar sus acciones para evitar mayores matanzas por parte de los milicianos de las FAR contra los sobrevivientes de estos más de quinientos días de asedio.
Mientras la retirada del ejército se llevaba a cabo, imágenes tomadas en otro lugar de el-Fasher, donde se podía ver al principal jefe de la fuerza paramilitar, rodeado de sus hombres, festejando la “liberación”, disparando al aire y vivando a las Fuerzas de Apoyo Rápido y a su líder, el “general” Hemetti.
¿Escapar?… ¿A dónde?
Mientras que existen versiones acerca de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), habrían ejecutado a más de dos mil civiles desarmados a las pocas horas de ocupar el-Fasher, entre los que se incluyen niños y mujeres, y continúa la búsqueda de “negros” puerta a puerta para ejecutarlos.
Las cerca de treinta mil personas que abandonaron la ciudad en los últimos días se sumaron a los ya más de catorce millones de desplazados que ha generado la guerra civil desde que comenzó. Transitan a campo traviesa para evitar cruzarse con patrullas de paramilitares, lo que significa una muerte segura.

Algunos ya han llegado a la ciudad de Tawila, a unos setenta kilómetros al suroeste de el-Fasher, en camino a la frontera con Chad, el país que se ha convertido, más allá de la precariedad de sus campamentos, en el único lugar seguro para escapar del genocidio que se aproxima. Según informa Médicos sin Fronteras (MsF) a su hospital en Tawila, desde el domingo a la noche, ciento treinta personas fueron hospitalizadas, quince de ellas en estado crítico.
Las diferentes ONG, que todavía operan en Darfur, reportan acerca de la inseguridad de las rutas, donde la situación es “tensa y muy inestable”, mientras que en las cercanías de el-Fasher, continúan los combates entre los paramilitares, las tropas regulares y diferentes grupos de autodefensa.
Las denuncias de ejecuciones sumarias por racial las confirman algunos videos, publicados en las redes, donde se muestra a un combatiente disparando contra civiles desarmados acuclillados en el piso. Mientras, decenas de cuerpos sin vida, tapados con lonas, aparecen entre vehículos incendiados y viviendas destruidas por la artillería.

Según informaciones, se estarñia desarrollando “un proceso sistemático e intencionado de limpieza étnica de las comunidades indígenas fur, zaghawa y berti no árabes mediante el desplazamiento forzado y ejecuciones sumarias”.
Cuando un nuevo genocidio ya está en curso, Naciones Unidas solo se limita a describir la situación que se vive desde el lunes veintisiete en el-Fasher, donde “creen que existe un riesgo creciente de violaciones y atrocidades por motivos étnicos”.
Una vez más en la historia de la humanidad, seremos testigos de un nuevo genocidio, como el que se vive en Gaza, televisado e informado sin siquiera el pudor que tuvieron los nazis a la hora de ejecutar el suyo, algo así como intento de exceder el exceso.
* En Linea Internacional. Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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