La bomba de relojería del rearme europeo
Por John Rees*
La noticia, publicada en un artículo del Financial Times que tuvo una amplia difusión, de que los fabricantes de armas europeos están ampliando su capacidad al triple del ritmo normal ha sorprendido a muchos comentaristas.
Debería en efecto sorprender.
Porque la magnitud de la expansión no tiene precedentes en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El artículo reveló 7 millones de metros cuadrados de nuevo desarrollo industrial tras realizar un seguimiento de los cambios en 150 instalaciones de 37 empresas que fabrican municiones y misiles.
Pero el artículo del Financial Times sólo descubrió la punta del iceberg. Lo que se esconde detrás del enorme aumento de la producción de armas es un programa de financiación de armas a escala de la UE.
En marzo, el Consejo Europeo, que reúne a los líderes de la UE, aceleró un paquete de defensa denominado «ReArm Europe» (Rearmar Europa), que suena a Orwell, y que destinó 800.000 millones de euros (900.000 millones de dólares) al gasto en armamento.
Desde 2021, el gasto militar acumulado de los 27 Estados miembros de la UE ya ha aumentado un 31%, hasta alcanzar un total de 336.000 millones de euros (390.000 millones de dólares) el año pasado.

Rompiendo las reglas
El elemento más destacado del nuevo plan es el aumento del gasto militar en 650.000 millones de euros (675.000 millones de dólares). Los otros 150.000 millones de euros (155.000 millones de dólares) procederán de un nuevo programa de préstamos multinacionales, Security Action for Europe, cuyos ingresos la Comisión utilizará para reinvertir en préstamos de defensa a los Estados miembros.
Para permitir este aumento del gasto en armamento, la UE está rompiendo sus propias normas fiscales.
El aumento del gasto militar de los Estados miembros quedará exento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, que desde 1997 limita el déficit fiscal nacional al 3% del PIB y la deuda nacional total al 60% del PIB.
Así pues, las normas que no se podían infringir para salvar a la economía griega de la brutal austeridad —las estrictas condiciones fiscales impuestas a los paquetes de rescate internacional— se infringirán para aumentar el gasto militar.
Y hay más.
Además de los fondos públicos, las autoridades reguladoras nacionales y el Banco Europeo de Inversiones darán prioridad a los préstamos para las empresas de defensa. De este modo, la inversión privada se canalizará hacia las industrias armamentísticas.
Ahora se ha establecido una política inamovible para, en palabras de la primera ministra danesa Mette Frederiksen, «gastar, gastar y gastar en defensa y disuasión».
Como resultado, las industrias armamentísticas ya están obteniendo grandes beneficios. El exfuncionario de la UE Eldar Mamedov afirma: «Los grupos de presión del sector armamentístico están proliferando como setas en Bruselas».
Sólo unas semanas después de que se anunciara ReArm Europe, las acciones de los fabricantes de armas, que ya estaban al alza, alcanzaron un nuevo máximo espectacular.

Alteración de la dinámica de la defensa
Rheinmetall, el mayor contratista de defensa de Alemania, produce vehículos blindados, municiones y otros equipos militares. Ya había cuadruplicado su valor anterior a la guerra de Ucrania antes de Año Nuevo, pero se duplicó de nuevo en ocho semanas. Sus acciones han subido ahora un 1.000%.
Rheinmetall abrirá una nueva planta de municiones en Ucrania el próximo año.
El pasado mes de marzo, Rheinmetall barajaba la idea de convertir plantas de automóviles, incluidas las fábricas inactivas de Volkswagen, para producir tanques. La planta de Osnabrück, con sus grúas de gran tonelaje, es «muy adecuada para la producción de vehículos blindados», según el director ejecutivo de Rheinmetall.
Según informó Newsweek: «Durante la Segunda Guerra Mundial, Rheinmetall —entonces conocida como Rheinmetall-Borsig— fue absorbida por el conglomerado industrial estatal alemán que fabricaba armas para la guerra nazi. Las líneas de producción de la empresa estaban parcialmente atendidas por personas esclavizadas procedentes de campos de concentración».
Leonardo, la empresa armamentística mundial que factura 2.500 millones de libras (3.300 millones de dólares) con el Ministerio de Defensa del Reino Unido, también ha visto cómo se duplicaba el precio de sus acciones. BAE Systems ha experimentado subidas más moderadas en el precio de las suyas.
El éxito del presidente estadounidense Donald Trump a la hora de trasladar la carga a una clase dirigente europea complaciente está alterando la dinámica de la defensa: el año pasado, Estados Unidos cayó al tercer lugar en gasto militar de la OTAN como porcentaje del PIB nacional, por detrás de Estonia y Polonia.
Pero, como han descubierto los líderes europeos que fueron arrastrados ante Trump en la Casa Blanca durante el verano como si fueran escolares revoltosos, y que recibieron una reprimenda por su conducta en Ucrania, este aumento del gasto no garantiza el estatus de superpotencia.
Se trata más bien de un mero coste, aunque ha supuesto que las empresas armamentísticas estadounidenses, como General Dynamics y Lockheed-Martin, no hayan experimentado subidas en el valor de sus acciones similares a las que han disfrutado los fabricantes de armas europeos.
Los ciudadanos europeos se muestran escépticos ante el plan de rearme de sus gobernantes. En el Reino Unido, Francia, Italia, España, Grecia, Bulgaria, la República Checa y Suiza, hay más personas que se oponen al rearme que las que lo apoyan. Lo contrario ocurre, aunque por un estrecho margen, en Alemania, Polonia, Estonia y Suecia.
El mismo escepticismo se observa en cuanto a la conveniencia de que Ucrania se incorpore a la UE. En la mitad de los países encuestados, la mayoría piensa que es una mala idea.
Los ciudadanos europeos tienen razón en mostrarse cautelosos. No sólo se exagera enormemente la amenaza del expansionismo ruso, sino que es muy improbable que los supuestos beneficios del «keynesianismo militar» lleguen a los trabajadores europeos, que se encuentran en una situación muy difícil.
Incluso la revista Time ha advertido contra la vinculación del rearme con la guerra en Ucrania. Ha desestimado la idea de «enviar una gran fuerza militar a Ucrania para garantizar un acuerdo de paz y, si es necesario, luchar contra Rusia allí», ya que «es casi seguro que no va a suceder, y no debería suceder, aunque la idea parece estar viva en Londres, París y Kiev».
Y la razón por la que no sucederá es porque «Rusia ha rechazado repetida y categóricamente la presencia de tropas occidentales en Ucrania, y la Administración Trump se ha negado a respaldar dicha fuerza. Por lo tanto, tendría que estar preparada y ser capaz de luchar contra Rusia, una superpotencia nuclear, sin el apoyo de Estados Unidos».
Como señala Time: «La mayoría de los ciudadanos de casi todos los países europeos se oponen a ello y se requeriría prácticamente toda la fuerza desplegable del Reino Unido, Francia y Alemania».
Nuevas líneas de batalla
Luego está la cuestión de dónde proceden las nuevas armas. Europa está tecnológicamente por detrás de Estados Unidos, y fragmentada en comparación con cualquier Estado nación unitario.
Por tanto, aunque las empresas europeas de defensa están en auge gracias a los nuevos contratos, lo que producen depende en gran medida de empresas no pertenecientes a la UE, principalmente estadounidenses. Desde febrero de 2022, alrededor del 78% de las compras se han realizado fuera de la UE, y el 80% de ellas procedían de Estados Unidos.
El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, hablan con grandilocuencia de ampliar la producción nacional de armas. Pero otros, como Polonia y los países bálticos, quieren comprar armas estadounidenses más rápidamente.
Incluso si alguno de los programas de rearme fuera necesario o posible, sigue existiendo el obstinado problema de la resistencia interna a la guerra.
Como observa la revista Time: «El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha dicho que ‘tendremos que dar prioridad a la defensa sobre otras cosas’, pero esas ‘otras cosas’ incluyen inversiones desesperadamente necesarias en infraestructura y programas de bienestar social vitales para la estabilidad interna».
Y ahí es precisamente donde se trazarán en realidad las nuevas líneas de batalla, no sólo entre las naciones, sino entre la masa de ciudadanos, por un lado, y las élites políticas y los fabricantes de armas, por otro.
– Foto de portada: El comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, el general Alexus G. Grynkewich, gesticula mientras habla durante una rueda de prensa en Bruselas el 12 de septiembre de 2025 (AFP).
* Nota original: The ticking bomb of European rearmament.
John Rees es investigador visitante en Goldsmiths, Universidad de Londres, y cofundador de la coalición Stop the War.
– Traducido por Sinfo Fernández para ‘Voces del Mundo’
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