Bolivia, la restauración conservadora y las implicaciones para Latinoamérica
Por Rebeca Peralta Mariñelarena*
Tras 20 años de gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS), Bolivia experimenta uno de los cambios más significativos en su historia política: el fin de una época. No sólo es el fin de ese instrumento político, sino de algo más profundo, el cierre de una fase de la democracia y la política boliviana, con fuertes implicaciones geopolíticas.
En esa reconfiguración fue innecesario sacar tanquetas militares a la calle, los votos llevaron a Rodrigo Paz Pereira a la presidencia del aún, formalmente, Estado Plurinacional de Bolivia. Paz, representó el mal menor en unas elecciones en las que, mediante un lawfare de baja intensidad, los poderes electoral y judicial se aliaron para proscribir candidaturas y partidos. En ese escenario electoral, viciado de origen, las opciones de izquierda protagonizaron una penosa disputa interna, con una profunda crisis económica y social como telón de fondo.
Esa crisis, provocada y profundizada por el gobierno de Luis Arce y atizada por Evo Morales en su condición de lider permanente del bloque indígena-sindical, fue clave para el triunfo conservador en Bolivia, al tiempo que es razón de ser y fuente de legitimación del nuevo gobierno.
De tener mayoría calificada en el Parlamento, el MAS solo consiguió dos escaños en la Cámara de Diputados y ninguno en el Senado. Como partido político estuvo a punto de perder la sigla. Como movimiento, su presencia territorial quedó francamente disminuída.
Este descalabro surge de la crisis económica y social que se manifiestó en: caída del PIB; incremento de la inflación (en septiembre de 2025 trepó al 23.3%, cuando por años permaneció contenida en 3%); deuda pública del 95%, y una prolongada escasez de combustibles que, sorpresivamente, fue “resuelta” por Paz en 24 horas. Para dimensionar la magnitud de la crisis durante el gobierno de Arce, los precios de la canasta básica de 13 alimentos en la ciudad de La Paz aumentaron 65.8% de agosto de 2024 a 2025.
Ninguna opción electoral resiste un cóctel así, menos cuando sólo eran eso, opciones electorales y no proyectos con dimensión societal.
Fragmentación del campo popular
La división entre Evo y Arce restó capacidad para disputar el sentido común nacional. El campo popular llegó a las urnas dividido. Andrónico Rodríguez (expresidente del senado, acusado de traidor por Morales por postularse como candidato) obtuvo 8.5% de la votación; Eduardo del Castillo (inefable alfíl de Arce) el 3.2%; el voto nulo, alentado por Morales, alcanzó el 19% en la primera vuelta.
Un candidato de unidad del MAS hubiera logrado, mínimamente, pasar a segunda vuelta, pero la tosudez de Arce y la incapacidad de Morales de responder a la altura de las circunstancias una vez inhabilitado, le regaló el país a la derecha y 40 escaños en el Senado.
Paz sumó el voto disperso de la izquiera y los nulos, y pasó al balotaje por encima de los candidatos punteros en las encuestas por varios factores, entre los que se encuentran: 1) rechazo a la extrema derecha; 2) voto de castigo al MAS; 3) voto popular identificado con Edman Lara, candidato a vicepresidente, excapitán de policia cesado por denunciar casos de corrupción. Así, Paz ganó en los históricos bastiones del MAS: el Chapare y El Alto. Esta última fue la ciudad donde obtuvo más votos, cerca del 70%.
Dice un periodista: “una vez más no ganó la derecha pero, después de dos décadas, sí perdió la izquierda”. Sin embargo, las primeras señales del nuevo gobierno muestran lo contrario, sí ganó la derecha y, más todavía, el triunfo de Rodrigo Paz marcó el cierre del ciclo en el que los pueblos indígenas tomaron el poder.
Las implicaciones
Más allá del devenir de un partido y sus fracciones, existen implicaciones geopolíticas de esa derrota para la región. En el corazón de Sudamérica, Bolivia es un nodo de conexión entre la región andina, la cuenca amazónica y el Cono Sur; desde esa privilegiada ubicación se accede a prácticamente todo el continente de manera expedita. Concentra recursos estratégicos y actúa como espacio de tránsito para mercados y redes logísticas. Ese país tiene una de las mayores reservas de minerales en la región, particularmente litio, que lo sitúan en el centro de las cadenas globales de energía y materias primas críticas para la tan anhelada transición energética.
El golpe de Estado de 2019 confirmó la relevancia geoestratégica de Bolivia y de las lógicas de dominio extranjero implementadas para recuperar territorios y recursos. Elon Musk lo dijo con todas sus letras: daremos los golpes de Estado que queramos.
Desde el día uno, el nuevo gobierno de Paz buscó alinear Bolivia con Estados Unidos de América. Aún siendo presidente electo, Rodrigo Paz anunció su llamada con el subsecretario de Estado estadounidense, Christopher Landau, para resolver la crisis de abastecimiento de hidrocarburos que atraviesa Bolivia desde 2023 (1). También sostuvo un encuentro oficial en Washington con Marco Rubio. El Departamento de Estado estadounidense no tardó en difundir una nota destacando el interés en “una asociación sólida” y el diálogo sobre cooperación bilateral, energía y abastecimiento.
No fue ninguna casualidad que Estados Unidos fuera el destino de su primer viaje, Paz queria mandar un mensaje y se escuchó fuerte y claro. Ahí se reunió con representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Con el primero acordó una agenda de trabajo en etapas para “apoyar la transición y la estabilización económica”; mientras que el FMI señaló su disposición para apoyar reformas y la estabilización que el nuevo gobierno plantea.
En Panamá, Paz se reunió con el presidente del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe. Acordaron implementar el “Marco de Financiamiento para el Desarrollo en Bolivia 2025-2030,” consistente en un préstamo de $3,100 mdd para ese periodo con el objeto de reestablecer la estabilidad macroeconómica y fortalecer la “institucionalidad del Estado (…). El segundo pilar se enfoca en profundizar la integración nacional y regional, posicionando a Bolivia como plataforma de conexión mediante inversiones en corredores viales, logísticos y digitales, además de programas que mejoren la capacidad productiva.”
Este acuerdo disipa cualquier duda sobre la posición geoestratégica de Bolivia. Para cerrar la pinza, el nuevo Presidente manifestó sobre el combate al narcotráfico: “vamos a cooperar con todas las instancias internacionales, la DEA también. La DEA nunca se fue de Bolivia, nunca se va de ninguna parte; ellos siempre están.”
En ese momento, todavía no había finalizado el conteo oficial de votos y la embajada estadounidense ya había publicado un comunicado conjunto con señales inequívocas de su activa participación en esta trama: “Los países signatarios [Argentina, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay, Trinidad y Tobago y Estados Unidos] están preparados para apoyar los esfuerzos de la administración entrante para estabilizar la economía de Bolivia y abrirla al mundo, fortalecer sus instituciones democráticas, impulsar el comercio y la inversión internacional y profundizar su compromiso con socios regionales y globales en una amplia gama de temas importantes.”
Los nuevos salvadores de Bolivia no tardaron en actuar. Un día después de posesionarse, Paz recibió una caravana de 900 camiones cisterna de combustible provenientes de Perú, Paraguay y Argentina como parte del plan de reabastecimiento. Al respecto apuntó:
Llama la atención la eficacia de Paz, en cuestión de horas resolvió la grave crisis energética, con un par de reuniones obtuvo el combustible necesario para reabastecer Bolivia. Resulta curioso que, precisamente, Argentina, Perú y Paraguay sean de pronto tan generosos con Bolivia, ¿no pudieron serlo antes?
Lo anterior evidencia una clara articulación del bloque conservador, guiada por Estados Unidos, que recuerda la conflagración para evitar la salida del avión mexicano que rescató a Evo en 2019.
Tampoco escapa que entre sus acciones iniciales el nuevo gobierno reestableció relaciones con Israel y eximió de visa a los ciudadanos estadounidenses. La reactivación de las relaciones carnales con Estados Unidos incluirá, en el corto plazo, asuntos de seguridad regional, que, en medio de la actual disputa hegemónica global, buscarán someter a Bolivia, como al resto de la región, a favor del control estadounidense.
Mientras, en el plano interno, Paz inició una política de transición que combina reducción del gasto fiscal en 30%; y, eliminación de cuatro impuestos: Grandes Fortunas, Transferencias Financieras, Promociones Empresariales y Juego. Con este plan irá a negociar más financiamiento internacional.
Paz también dibujó las coordenadas del nuevo sistema de justicia y penitenciario que viene, al revelar que pidió apoyo al presidente salvadoreño, Nayib Bukele: “le dije ‘ayúdame con las cárceles que vamos a necesitar muchas acá’”. Paralelamente, eliminó de la estructura estatal al Ministerio de Justicia.
No hay sorpresas, Paz cumple lo que prometió en campaña, por eso no tiene empacho en afirmar que “Bolivia ha hecho un giro de 180 grados (…) el capitalismo para todos es todo lo contrario al socialismo del siglo XXI.” Vaya slogan de campaña, ¿alguien le habrá explicado que el capitalismo siempre ha sido para todos, solo que a unos pocos les toca la apropiación de riqueza y a otros el despojo?
Finalmente, aceitará la maquinaria estatal con un gabinete emergido de las cámaras empresariales, la cúpula cruceña y el agronegocio. En la nueva estructura eliminó el ministerio de minería, habrá que poner atención a los cambios en Yacimientos de Litio Bolivianos.
Por si fuera poco, los protagonistas del golpe de Estado y responsables de las masacres de 2019: Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho, fueron liberados y bailan entusiastas en las calles de Bolivia. Terapia de choque que paraliza a quien fuera el sujeto del proceso de emancipación de inicios de siglo XXI.
Mientras tanto el regreso reforzado de la injerencia extranjera, disfrazada de “apoyo técnico y financiero”, dependerá de aceptar reformas y condiciones que el gobierno implementará y, el pueblo, asumirá. O no, y entonces los sectores mayoritarios tendrán que hacer valer el peso del voto depositado en Rodrigo Paz y reencausar lo que, hasta ahora, se vislumbra como el retorno a un modelo de dominio y explotación ya conocido en Latinoamérica pero que, ante la reconfiguración geopolítica en curso, se vuelve más peligroso. El corazón de Sudamérica está en manos enemigas a causa de los errores de los amigos.
Notas:
*.- Licenciada y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la UNAM; coordinadora del Grupo de Trabajo «Geopolítica, integración regional y sistema mundial» de CLACSO. En ALAI.
1.- Las reservas probadas de gas natural de Bolivia se certificaban en 2017 en: 10.7 trillones de pies cúbicos (TCF por sus siglas en inglés), de las más altas de la región; en 2023, cayeron a 4.5 TCF, debido a la falta de nuevas exploraciones.
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